Todo lo que hacemos impacta en alguna medida en el medio ambiente. También los productos y servicios que consumimos, cuyo impacto no sólo está asociado al momento de su consumo, sino a todo lo que ocurre antes y después de consumirlo.
Podríamos hacer un paralelismo entre un producto o servicio y los seres vivos: ambos nacemos, crecemos y morimos. A este proceso se le conoce como ciclo de vida y en todas sus etapas tiene un impacto en nuestro entorno . Según el producto o servicio lo hará de una manera distinta.
¿Cuál es el impacto medioambiental de un producto o servicio? ¿os parece que sigamos el ciclo con un rico tomate?
- Materias primas. Un producto o servicio requiere materias primas, cuya producción y extracción impacta en el medio ambiente. Nuestro tomate necesita un sistema de riego que consume agua y energía para su flujo. También precisará de fertilizantes y pesticidas, pudiendo ocasionar una contaminación de las aguas subterráneas al ser filtrados en el suelo.
- Producción y procesado. Una vez que nuestro tomate haya crecido a condiciones óptimas para su consumo, el agricultor empleará un pequeño tractor para recolectarlos, y luego toca procesarlos una y otra vez para adecuarlos al tipo de producto que queremos producir: en ocasiones embalados en bonitos envoltorios de cartón o plástico, y otras veces triturados, fritos, o convertidos en ketchup. Incluímos aquí la clasificación, fabricación, embalaje….dando lugar a más procesos con un reiterado impacto ambiental asociados a la energía empleada o a los residuos generados.
- Logística. Para que el producto llegue a su consumidor hay una cadena de actividades que incluyen: transportarlo, almacenarlo, comprobar su calidad…. En el caso de un producto de alimentación en ocasiones llega a su consumidor desde muy lejos y hay un considerable uso de combustibles fósiles asociado a su transporte, o por ejemplo su almacenaje en frío, empleando para ello cantidades importantes de electricidad. ¡Como veis es importante saber desde dónde vienen nuestros tomates!
- Distribución. Y finalmente alguien pone a nuestra disposición el tomate en la estantería de un establecimiento durante varios días: llevándolo desde el mercado mayorista hasta éste, conservándolo en una cámara frigorífica, manteniendo el supermercado a una temperatura constante todo el año, ventilándolo, e iluminándolo.
- Recogida de residuos. Los productos en algún momento dejan de tener utilidad, o parte de ellos ya no es aprovechable y terminamos por deshacernos de ellos. Alguien recogerá esos residuos y los procesará en mayor o menor medida, a veces para reciclar algunos de sus componentes o a veces para evitar un impacto mayor. Todo esto también son actividades con cierto impacto. Pensad en el camión de basura que recogerá los residuos y la planta de basura que los procesará después. Ambos consumen combustibles fósiles o energía eléctrica, además de tener otros impactos asociados a las emisiones de CO2 cuando nuestro tomate desechado acaba en el vertedero. Y sí, cuando hay descomposición de materia orgánica también se emiten gases de efecto invernadero como metano (CH4) ó CO2.
Como puedes leer, todas las actividades implicadas en la producción de un producto o servicio tienen un impacto ambiental. Dependerá de la naturaleza de ese artículo, cómo se elabore o quién lo haga para que ese nivel de impacto sea mayor o menor, aunque siempre en alguna medida lo habrá.
En el caso de nuestro tomate, la producción de un kilogramo de este producto emite un total 1,4 kg CO2. ¿Cómo se divide y qué tiene más impacto ambiental?
- Uso del terreno: 0,4 kg CO2.
- Procesos agrícolas: 0,7 kg CO2.
- Transporte: 0,2 kg CO2.
- Envases: 0,1 kg CO2.
Sin duda, en el caso del tomate todas ellas son necesarias para que llegue a nuestro plato, ¡está en tu mano escoger un tomate con menor impacto y fomentar un consumo responsable!